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sábado, 27 de octubre de 2007

Y LUEGO VAN DICIENDO...

...Me gustaría constatar unas matizacioness que son leyenda urbana y resulta paradójico que casi nadie se moleste en desvelar el misterio de la realidad.

La llegada de un recién nacido a una casa es un acontecimiento que, visto desde fuera (ojo, también desde dentro) es una maravilla. Esa criaturita recién llegada después de un embarazao más o menos afortunado, después de un parto más o menos largo, y después de una mini-estancia más o menos larga en el hospital o clínica de rigor. Las caras de felicidad de los padres, abuelos, familiares adyacentes y demás fauna que pulula alrededor del acontecimiento (entiéndase colegas, vecinos, compis del curro, etc). La cantidad de buenas intenciones que todos tienen para contigo, regalos varios, visitas de gente que hace un huevo que no ves...En fin, que la boda de la Leti se queda en una mera merienda cuando por fín, llegas a casa con el bebé.

Lo que todos saben pero nadie reconoce, es lo que sucede una vez cierras la puerta de tu casa para afuera y te quedas con tu casa para adentro. Lo que todos pasan y nadie constata en voz alta para no dar a entender que se es una persona sin muchos escrúpulos. Me refiero a lo que sucede cuando te quedas sólo con TU familia. A saber...

- La casa patas arriba de unos días sin control, y sin ganas ni fuerzas para ponerte a adecentarla.

- La ubicación de un huevo de cosas y avatares que, no por más esperados, controlas a la perfección para que no estén siempre por el medio.

- Las ganas de que tu mujer, que es la que está reventada, no haga más que descansar y ocuparse del recién nacido (porque yo no puedo darle teta por mucho que se emperren algunos).

- La delicadeza de hacer notar a la gente que, aún entiendendo sus buenas intenciones, parece como si sólo ellos hubiesen parido críos en este mundo y los demás no supiésemos hacer las cosas.

- Las pocas ganas (o nulas) que tiene el padre de hacer tareas domésticas.

- Las horas de sueño que te roban las tomas del bebé tanto a la madre como al padre; si, si, el padre tampoco duerme (a no ser que sea un jeta y su mujer se lo permita).

- La cara de cansancio con ojeras a la plancha que tienes cuando el hermanito mayor se despierta de una noche de reparador sueño, y tu no has dormido ni hora y media seguida (si llega).

- El cómo se agría el caracter de ambos ante situaciones que, dentro de una cotidianidad normal, pasarían por un mero comentario del uno al otro, en lugar de convertirse en motivo de discusión (o llanto según estado de la depresión post-parto).

- De la jartura que tiene el padre con algunos temas y de la poca capacidad de maniobra que le dejan para resolverlos porque por el hecho de ser hombre, aún hay quién se crée que no somos capaces de resolverlo.

- De la tediosidad de todos los trámites que hay que hacer en tiempo récord para actualizar el libro de familia, registrar a la criatura, entregar la documentación en tu ambulatorio para que le asignen pediatra, visitar a la matrona, realizar el punzamiento del talón, gestionar el papeleo de la baja por paternidad (ni te cuento si eres soltero), gestionar toooooodo el papeleo para la ayuda por nacimiento, etc, etc, etc.

Para terminar, añadiré el dolor de tripa que me coge de la risa, cuando tengo que oir que me tienen envidia por disfrutar de 15 días de vacaciones a cuenta de mi hijo recién nacido, cuando en estas 2 semanas no hemos parado casi ni 24 horas, tanto ella como yo. Que hagan el favor de decirme si no tengo razón...

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